Feliz Día de la Independencia del Perú
28 de Julio
Dios bendiga la costa, la sierra y la selva peruana
PERU: SEGUIR FESTEJANDO EL 28
DE JULIO?
Entrevista a historiadora Méndez: ¿Debemos seguir festejando el 28 de
julio?
José Miguel Munive Vargas / losandes.com.pe
La historiadora Cecilia Méndez, a contracorriente de
nuestra educación oficial, propone repensar en la historia de nuestro país. Si
bien la independencia es proclamada el 28 de julio de 1821 por José de San
Martín, existieron otros personajes como Túpac Amaru, Pumacahua y los hermanos
Angulo que iniciaron la independencia; quienes no tienen relevancia en la
historiografía narrada por una élite intelectual. La magistral entrevista fue
realizada por la revista IDEELE.
LA INDEPENDENCIA COMENZÓ ANTES DE SAN MARTÍN
La Independencia no ocurrió el 28 de julio de 1821; entonces, ¿qué es y cuándo fue?
Esa frase es una provocación. Desde niños nos enseñan que la Independencia debe recordar el día de la proclama de San Martín en Lima. Cuando afirmamos que la Independencia no se inició ese día, lo que tratamos de decir es que hubo, desde antes, todo un proceso que no puede ser ignorado y que ha sido silenciado y olvidado por la historia, pese a que en él participaron muchos peruanos.
La Independencia no ocurrió el 28 de julio de 1821; entonces, ¿qué es y cuándo fue?
Esa frase es una provocación. Desde niños nos enseñan que la Independencia debe recordar el día de la proclama de San Martín en Lima. Cuando afirmamos que la Independencia no se inició ese día, lo que tratamos de decir es que hubo, desde antes, todo un proceso que no puede ser ignorado y que ha sido silenciado y olvidado por la historia, pese a que en él participaron muchos peruanos.
Fueron insurgencias que estallaron principalmente en
las provincias y que, curiosamente, al narrar la Independencia se les suele
ubicar como un simple pie de página. Es con esa intención que hacemos una
afirmación categórica, que puede ser chocante pero que precisamente invita a la
gente a pensar qué es la Independencia y a sacar sus propias conclusiones.
¿Cuándo se inicia y cuándo llega a su
fin este proceso?
Una de las peculiaridades de la historiografía peruana es que no hay claridad respecto de cuándo comienza la Independencia; no hay un hito inicial que inspire un mínimo de consenso. Oficialmente celebraremos el Bicentenario en el 2021 porque conmemoramos el día de la proclamación, pero somos una excepción.
Una de las peculiaridades de la historiografía peruana es que no hay claridad respecto de cuándo comienza la Independencia; no hay un hito inicial que inspire un mínimo de consenso. Oficialmente celebraremos el Bicentenario en el 2021 porque conmemoramos el día de la proclamación, pero somos una excepción.
Ningún país de América Latina, salvo Brasil, conmemora
la Independencia el día de la proclamación. San Martín lanzó una proclama por
la que el Perú fue declarado libre de los españoles, pero esa proclama la
habían lanzado antes varias otras ciudades del entonces virreinato peruano,
como Piura, Trujillo y Huánuco, y también los rebeldes del Cuzco en 1814.
Si te pones a pensar, en América Latina —México,
Argentina, Bolivia, Ecuador, Colombia o Chile—, ninguno de esos países celebra
su Independencia conmemorando el día que la consiguió, ni siquiera el día en
que se proclamó, sino el día del primer acto insurgente, considerado como la
primera acción de ruptura con España, y es el caso de las juntas insurgentes.
En todos los demás países los hitos oficiales de la
Independencia son los hechos que marcan el inicio de un proceso. Somos el único
país que celebra casi el final, y ni siquiera conmemoramos el día en que se
consiguió la Independencia, porque en ese caso recordaríamos la Batalla de
Ayacucho. Celebramos la proclama que se dio en la capital del Perú.
Por otra parte, si le preguntabas a la gente hace 30 o
40 años cuándo comenzó la Independencia, probablemente el 80% te hubiera
respondido que con Túpac Amaru, porque esa narrativa fue promovida por el
gobierno militar que se instaló en 1968 y se convirtió en la narrativa oficial:
la Independencia se inicia en 1780 con la rebelión de Túpac Amaru y termina con
la Batalla de Ayacucho en 1824.
Los libros de colegio plasmaron esa narrativa, hoy
desmoronada, porque ningún historiador académico —en Lima, al menos— va a
repetir esa idea con tanta seguridad. Puede ser que mucha gente te diga que
Túpac Amaru fue uno de los iniciadores, pero narrar su rebelión como parte de
un proceso continuo, como se contaba antes, es muy difícil, por lo menos desde
Lima.
Quienes promovemos el concurso no podemos afirmar
categóricamente en qué fecha se inició el proceso. Con él queremos plantear a
la gente esa pregunta y generar un debate sobre la necesidad de repensar la
Independencia como un proceso y no solamente como un día en que todo
mágicamente ocurre.
CUZCO, 1814: REBELIÓN Y SILENCIO
¿Se puede afirmar que los peruanos ya estamos viviendo el Bicentenario?
Es lo que nosotros postulamos, porque cronológicamente se cumplen los 200 años de muchos eventos importantísimos dentro del proceso de independencia. Este año, por ejemplo, se conmemoran los 200 años de la Rebelión del Cuzco, un suceso importantísimo.
¿Se puede afirmar que los peruanos ya estamos viviendo el Bicentenario?
Es lo que nosotros postulamos, porque cronológicamente se cumplen los 200 años de muchos eventos importantísimos dentro del proceso de independencia. Este año, por ejemplo, se conmemoran los 200 años de la Rebelión del Cuzco, un suceso importantísimo.
Fue una rebelión bastante radical, incluso más, en su
discurso separatista, que la rebelión de Buenos Aires, la de Quito y la de
Charcas, y hasta que la de Hidalgo, en México, en 1810; éstas desafiaron a la
autoridad española en América, pero no cuestionaron la autoridad del rey de
España, como lo hizo José Angulo, el líder más radical de la rebelión del
Cuzco.
Sin embargo, no se le da la importancia debida por
razones, en primer lugar, de larga duración. Si te pones a estudiar los libros
de “historia nacional” escritos en el siglo XIX, descubres que se trata de un
silencio muy antiguo.
Mariano Felipe Paz Soldán escribió una de las
narrativas más importantes de la historia republicana en la década de 1860.
Para él, la historia de la independencia comenzaba con San Martín; se inicia
literalmente con los preparativos de San Martín en 1819.
Lo interesante es que Riva Agüero, en su Historia del
Perú, de 1910, critica a Paz Soldán porque no menciona ninguna de las
rebeliones que antecedieron a la llegada de San Martín. Existe no solo el
silencio con respecto a estos hitos importantes, separatistas, sino también
conciencia en relación con este silencio de parte de otros historiadores.
¿Por qué este silencio?
Una de las razones por las que se silencia estos hechos es que hubo una radicalidad y un grado de violencia de los que no se quiere tener memoria. Creo que hay que entender, en primer lugar, la radicalidad de las rebeliones y, en segundo, quiénes fueron los afectados y sus herederos.
Una de las razones por las que se silencia estos hechos es que hubo una radicalidad y un grado de violencia de los que no se quiere tener memoria. Creo que hay que entender, en primer lugar, la radicalidad de las rebeliones y, en segundo, quiénes fueron los afectados y sus herederos.
En 1814 los rebeldes del Cuzco mataron a dos
intendentes. Eso fue algo tremendo, porque la autoridad del intendente era la
que le seguía a la del virrey en las provincias.
Luego hay que preguntarse: ¿Quiénes han contado la
historia? El regente de la Audiencia del Cuzco era Manuel Pardo y Rivadeneyra,
un personaje muy distinguido que fue apresado por los rebeldes y que por suerte
salvó de morir.
Su hijo, entonces niño, era nada menos que Felipe
Pardo y Aliaga, quien tendría un papel importantísimo en la política peruana de
la primera mitad del siglo XIX, y que fue padre, además, del primer presidente
civil que tuvo el Perú, Manuel Pardo y Lavalle, que a su vez fue padre de otro
presidente, José Pardo y Barreda.
Lo que quiero decir es que los afectados por la
violencia de los revolucionarios fueron los miembros de la clase que ha
gobernado el Perú. Escritores eminentes, intelectuales ilustradísimos, que
evidentemente no guardaban un grato recuerdo de los rebeldes, pues los
recordaban como hoy a un terrorista, fueron quienes tuvieron en sus manos la
elaboración del discurso oficial.
Yo he seguido a estos personajes porque es importante
tomar en cuenta quién está escribiendo la historia. Del lado opuesto, las
personas que han querido glorificar la historia de Pumacahua y de los hermanos
Angulo, líderes de la rebelión del Cuzco, han sido intelectuales de provincia,
arequipeños, cuzqueños, piuranos, y también algunos militares.
Los militares consideran esta rebelión muy importante:
hay que recordar que los hermanos Angulo eran miembros disidentes del Ejército
español, que se convirtieron en revolucionarios.
De los intelectuales de provincias que han
reivindicado la rebelión y a Pumacahua, algunos, como Luis Antonio Eguiguren,
han tenido un rol político importante; él escribió uno de los pocos libros que
existen sobre la rebelión del Cuzco, en 1914, al conmemorarse su centenario.
Allí cuenta que el primer Congreso de la República en
1823 —cosa que es muy interesante— declaró a Pumacahua y a Vicente Angulo (el
menos radical de los hermanos) como “beneméritos a la Patria”, y dispuso que
“sus nombres se colocasen a la par de los más celosos defensores de la
independencia”.
Es decir, hubo un momento en la historia en el que
estos personajes fueron reconocidos como iniciadores de la Independencia, y
luego esto se olvidó, quizá por una historia de violencia que no querían
recordar ni uno ni otro lado.
Es complejo que en tantos años estos hechos no se
hayan estudiado; ¿por qué estas historias, con sus momentos tan expresamente
separatistas, se han convertido en un pie de página en las narrativas de la
Independencia? La élite que tuvo en sus manos el poder de articular la
narrativa del origen de la República había sido afectada por las rebeliones.
Así es. Y otra de las razones es que ellos peleaban
del lado opuesto, eran representantes de los españoles. Para hacerlo más breve,
una de las conclusiones que yo saco de mi trabajo y que me motiva a hacer una
convocatoria para debatir sobre la independencia consiste en que, luego de
estudiar los casos individuales de los personajes que estuvieron en uno y otro
bando, colijo algo muy claro: salvo excepciones, los fundadores de la República
no fueron los personajes que estuvieron luchando por la independencia, sino los
que la combatieron.
Empezando por Gamarra, La Mar, Domingo Tristán,
Orbegoso, Castilla: todos, antes de la llegada de San Martín, estaban luchando
por el Ejército español. Cambiaron de bando cuando llegó San Martín. Personajes
como el propio Gamarra, caudillos importantísimos en la fundación de la
República, persiguieron tenazmente a los rebeldes del Cuzco. Por lo tanto, ¿qué
pueden contar en sus biografías? Yo encuentro que el silencio empieza en estas
biografías, en sus memorias escritas, cuando ya había triunfado la República.
No se le puede echar toda la culpa a un historiador.
Paz Soldán probablemente partió de los recuerdos de sus familiares, las
familias distinguidas de la época, los Pardo o los González Prada. El abuelo de
Manuel González Prada, por ejemplo, combatió a los rebeldes de Huánuco en 1812,
siendo intendente de Tarma.
La élite a la que pertenecen personajes eminentes de
la historia peruana combatió a los rebeldes; ¿qué historia podemos esperar que
nos cuenten? Una minoría estuvo con los rebeldes del Cuzco en 1814 y 1815; por
ejemplo, Benito Laso, diputado por Puno, pero esas voces se fueron apagando con
el correr del tiempo.
Según Basadre, un país más integrado
hubiera surgido de la rebelión del Cuzco
No podría decir si el Perú que hubiera resultado de un triunfo de la rebelión sería mejor, pero sin duda sería distinto, porque el poder hubiera migrado al Cuzco, probablemente se hubiera dado una separación con Lima.
No podría decir si el Perú que hubiera resultado de un triunfo de la rebelión sería mejor, pero sin duda sería distinto, porque el poder hubiera migrado al Cuzco, probablemente se hubiera dado una separación con Lima.
El Perú no sería territorialmente el que conocemos
ahora. Si sería mejor o peor, no podría decirlo. Los historiadores no podemos
responder preguntas contrafactuales. Las preguntas contrafácticas no son
preguntas que se puedan responder en el sentido de determinar quién tiene
razón; son preguntas destinadas a hacerte pensar que la historia pudo tener
otro desenlace, no si hubiera sido mejor o peor. Probablemente Lima no hubiera
tenido el peso político que tiene hasta hoy, probablemente éste hubiera sido
otro país.
Es difícil concebirlo. Pero ya que mencionas este
punto, una de las particularidades del Perú que lo diferencian de Ecuador, de
Bolivia o de Colombia es que el poder de la capital no tiene un contrapeso de
otro poder regional semejante, y ésta ha sido una de las razones por las que
Lima tiende siempre a mirarse a sí misma.
En Ecuador tienes la rivalidad perpetua entre Quito y
Guayaquil. En Bolivia, entre La Paz y Sucre, una ciudad con más tradición
colonial, y la otra comercial; por otra parte, tienes el peso de Santa Cruz en
el oriente boliviano. Los poderes económicos están más esparcidos y terminan
balanceando el poder de la capital. En Colombia tienes por lo menos cinco
ciudades con similar cantidad de habitantes y con desarrollos económicos
similares, de modo que Bogotá no está aplastando al resto.
En el Perú el problema es que tenemos una Lima
demasiado poderosa. El poder económico está junto al poder político y eso crea
un desbalance muy grande que ocasiona este tipo de sociedad como de la que has
estado hablando, una sociedad estamental. Lima se ha sentido muy superior al
resto, con consecuencias que se expresan en relación, por ejemplo, con
connotaciones raciales.
DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS
A 200 años de todo este proceso, ¿cómo ha cambiado el Perú?
Esa pregunta es más difícil. Ha cambiado mucho y también poco, ¿no? Las dos cosas son ciertas. Pienso en los cambios que ha tenido el mundo en general.
A 200 años de todo este proceso, ¿cómo ha cambiado el Perú?
Esa pregunta es más difícil. Ha cambiado mucho y también poco, ¿no? Las dos cosas son ciertas. Pienso en los cambios que ha tenido el mundo en general.
El Perú era un país completamente rural, y desde 1940
en adelante se transforma en un país urbano, pero éste es un cambio que también
ha acontecido en el resto del mundo. El mundo se está volviendo urbano; las
poblaciones que antes eran mayoritarias ahora están siendo minoritarias.
¿Qué impacto tiene eso en la política?
Yo creo que mucho. Lo que yo veo como historiadora es que el lugar marginal que tiene la sierra ahora no lo tenía antes. La sierra era un centro político y un centro económico durante la Colonia.
¿Qué impacto tiene eso en la política?
Yo creo que mucho. Lo que yo veo como historiadora es que el lugar marginal que tiene la sierra ahora no lo tenía antes. La sierra era un centro político y un centro económico durante la Colonia.
Pienso que uno de los cambios más grandes es que la
sierra ha dejado de ser un centro: el centro económico que fue durante la
Colonia y el centro político que fue en el siglo XIX, y eso tiene repercusiones
en la valoración que se da a las poblaciones que viven en la sierra, que en
cierto momento empiezan a ser vistas como aisladas, como atrasadas.
Otro de los cambios importantes se ha dado en materia
de ciudadanía, en la que ha habido idas y vueltas. Hay progresos que se pierden
y se vuelven a ganar. Durante el siglo XIX el acceso a la ciudadanía no ofrecía
muchas restricciones formales (para los hombres, por supuesto); sin embargo, en
1896 se establece una limitación según la cual para ser ciudadano hay que saber
leer y escribir.
Allí se crea toda una exclusión a un sector
mayoritario al que solo se restituyen sus derechos con la Constitución de 1979.
Uno de los cambios es, entonces, que ahora los no letrados pueden votar. Y, por
supuesto, también las mujeres, que estuvieron excluidas desde un inicio.
En definitiva, cuando me pides un resumen de los
avances en estos 200 años, yo te digo que ha sido un recorrido sinuoso. Mi
conclusión, por lo menos respecto del tema de la ciudadanía, es que sí ha
habido una ampliación favorable a un sector de la población que no estaba
incluido en la esfera de los derechos ciudadanos.
Sin embargo, esa misma democratización ha provocado
una reacción racista muy fuerte. El racismo surge precisamente como una
respuesta a la democratización, al hecho de que los ciudadanos que cierta élite
acostumbraba a ver siempre “desde arriba”, ahora pueden ir a los sitios donde
antes no podían, a ciertas tiendas y escuelas.
Es entonces cuando surgen marginaciones en respuesta a
que un sector de la población tiene más derechos y también más poder
adquisitivo. No hay para mí ninguna contradicción entre la democratización y el
racismo. Por el contrario, el racismo tan abierto que vemos ahora es una
respuesta a la democratización.
LA HERENCIA DE SENDERO Y LA DIFICULTAD DE PENSAR LA
HISTORIA
Romper con la visión de la historia, tal como la presentan los textos escolares, como una verdad que ya está dada, afectaría radicalmente la conciencia respecto de los orígenes del país
En otros países los medios de comunicación cumplen un rol importante. Yo veo en Internet los programas de la televisión pública en Estados Unidos: siempre entrevistan a historiadores, y los acontecimientos que se plasman en sus narrativas históricas tratan de basarse en las investigaciones más recientes, que son por lo general las que desencajan las narrativas convencionales.
Romper con la visión de la historia, tal como la presentan los textos escolares, como una verdad que ya está dada, afectaría radicalmente la conciencia respecto de los orígenes del país
En otros países los medios de comunicación cumplen un rol importante. Yo veo en Internet los programas de la televisión pública en Estados Unidos: siempre entrevistan a historiadores, y los acontecimientos que se plasman en sus narrativas históricas tratan de basarse en las investigaciones más recientes, que son por lo general las que desencajan las narrativas convencionales.
Algo así se podría hacer en el Perú. Lo que no sabe la
gente que está fuera de la disciplina es que la historia de cada generación
cambia, reclama otra narrativa. Sin embargo, hay también cosas que permanecen
inalterables.
La idea de presentar a San Martín como héroe máximo de
la Independencia no ha cambiado desde hace un buen tiempo, cuando son
precisamente los cambios y las continuidades lo que estudiamos los historiadores:
por qué algunas narrativas cambian y por qué otras permanecen.
Si el presente exige nuevas lecturas del
pasado, ¿qué significa descentralizar la memoria de la Independencia?
Incorporar las lecturas de las regiones, tanto la contribución de los protagonistas de los hechos al proceso de independencia, como el aporte de quienes han escrito desde las regiones sobre sus historias. Descentralizar tiene esos dos sentidos muy claros, no pensar que simplemente porque algo sucede en Lima es más importante.
Incorporar las lecturas de las regiones, tanto la contribución de los protagonistas de los hechos al proceso de independencia, como el aporte de quienes han escrito desde las regiones sobre sus historias. Descentralizar tiene esos dos sentidos muy claros, no pensar que simplemente porque algo sucede en Lima es más importante.
Ante el Perú de hoy, mayoritariamente
urbano y de orígenes andinos, ¿qué aspectos debería contemplar una nueva
interpretación de la historia republicana?
Te voy a dar un ejemplo, porque es más fácil ver lo que ha pasado que lo que está pasando. Un ejemplo de cómo la historia responde a una realidad actual se dio durante el gobierno de Velasco.
Te voy a dar un ejemplo, porque es más fácil ver lo que ha pasado que lo que está pasando. Un ejemplo de cómo la historia responde a una realidad actual se dio durante el gobierno de Velasco.
Se construyó una narrativa nacionalista e indigenista
de la Independencia que antes no había existido como discurso oficial desde el
Estado. Se saca a Túpac Amaru de sus casillas cuzqueñas y se lo pone como el
héroe máximo de la revolución de Velasco, pero también de la independencia
nacional.
Ésa es una muestra. En ese momento había movimientos
masivos de campesinos, tomas de tierras, todo un movimiento internacional que
favorecía cambios revolucionarios, el auge de la izquierda en América Latina.
La historia, que había ignorado a estos personajes, comienza a incorporarlos.
En el Perú de hoy, la dificultad que tenemos para que
la historia escrita se ponga a tono con el presente es la violencia de Sendero
Luminoso. La violencia de Sendero ha ocasionado la retracción de una
perspectiva que tendría que darse en la historiografía en torno a las
poblaciones rurales.
Como tú bien dices, muchas personas antes vistas como
migrantes pobres ahora se pueden considerar burgueses o empresarios o gente
aspirante a clase media, o que por lo menos han tenido capacidad adquisitiva
cercana a la clase media.
Esta nueva realidad no necesariamente se plasma en una
nueva historiografía. Sin embargo, creo que es cuestión de tiempo, porque los
historiadores tienen que procesar el presente.
Algo que dificulta la creación de una narrativa que
responda a la nueva realidad es que la historia como disciplina no tiene la
importancia política que tenía antes en la construcción de identidad. La gente
no necesariamente acude a la historia para definir la identidad nacional, algo
que sí sucedía antes. Ahora la identidad nacional pasa por lo culinario y por
lo deportivo.
El nacionalismo de Marca Perú te define según qué
comes, qué consumes, y no necesariamente por quién es el héroe nacional. La
historia ha sido desplazada, como instancia que define la identidad nacional,
por otros elementos, de modo que los chefs y los deportistas tienen un rol más
importante. La cuestión mediática cobra preeminencia.
Por eso siempre digo que estamos en la era del
“historicidio”, y para entenderlo hay que ver la confluencia de dos factores.
Un factor global, que es la tendencia al consumismo: “Yo soy mientras consumo”,
“soy mientras tengo plata”. El otro es la herencia de Sendero.
La herencia del terrorismo nos inhibe de crear nuevas
narrativas históricas y propende más hacia el olvido. La gente no quiere hablar
de violencia, no quiere hablar de temas conflictivos; cualquier historia que
tenga que ver con revoluciones, campesinos e indígenas es vista como un tema
fastidioso que no se quiere tocar. Por eso hoy es mucho más difícil hablar de
la independencia que en tiempos de Velasco.
¿Por qué la nueva mayoría urbana no
reclama una nueva historia y se conforma con recibir lo que ya está dado?
Habría que preguntárselos a las personas. Yo pienso que ése es un desafío para los historiadores: ¿Qué lugar tenemos ahora frente a la sociedad? Pienso que la gente se adhiere a lo más tangible, y estamos en una era que desincentiva las carreras de humanidades, o, mejor dicho, todo aquello que no te va a hacer ganar más plata.
Habría que preguntárselos a las personas. Yo pienso que ése es un desafío para los historiadores: ¿Qué lugar tenemos ahora frente a la sociedad? Pienso que la gente se adhiere a lo más tangible, y estamos en una era que desincentiva las carreras de humanidades, o, mejor dicho, todo aquello que no te va a hacer ganar más plata.
Se promueve la idea de que lo más importante es tener
una posición social, ganar dinero. Es un proceso que se ha vivido antes en
otras sociedades cuando se da un cierto desarrollo económico: las carreras de
humanidades tienden a perder peso.
Es cuando hay una crisis económica que la gente de las
ciencias sociales damos más respuestas, pero cuando hay un auge económico la
gente se concentra en otras cosas, no está reflexionando. Hay una idea de
triunfalismo en el Perú.
Cuando hay triunfalismo, ¿quién va a acudir a las
ciencias sociales? A las ciencias sociales y a la historia acudes cuando algo
no funciona, y, obviamente, para mucha gente que no quiere ver los problemas
del Perú, la historia no es necesaria.
Por otro lado, la gente que tiene una visión crítica
respecto al extremo consumismo sí acude a la historia. Le gente que protestaba
en Bagua, por ejemplo, en los años 2008 y 2009, sacaba banderas con la imagen
de Túpac Amaru y Mariátegui, aunque no tenían nada que ver el uno con el otro;
lo relevante es que cuando la gente está reclamando derechos sí se inspira en
la historia.
Hay complacencia con el auge económico por parte de
ciertas capas medias. Las universidades, por su parte, tampoco dan prioridad a
la enseñanza de las humanidades. El ciudadano es un consumidor, no es un
ciudadano con derechos. La idea de los derechos no está presente en la
concepción actual de la ciudadanía, sino la idea del consumo.
Pareciera que la sociedad se acerca a
las humanidades y a las ciencias sociales cuando necesita terapia
Pero te diré que en el arte sí se está retomando a los personajes históricos. Los artistas están trabajando mucho con temas históricos. Pienso en un artista tan importante como Fernando Bryce, por ejemplo, que trabaja mucho con la historia, incluso con fuentes como periódicos.
Pero te diré que en el arte sí se está retomando a los personajes históricos. Los artistas están trabajando mucho con temas históricos. Pienso en un artista tan importante como Fernando Bryce, por ejemplo, que trabaja mucho con la historia, incluso con fuentes como periódicos.
Yo veo en el arte las historias y los personajes que
son hoy tabú en la historiografía peruana, que no se quiere tocar, sobre todo
cuando se habla de la Independencia, como Túpac Amaru. Lo que la historiografía silencia está siendo
reclamado.
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